
Y te fuiste sin decir adiós,
estabas ya muy lejos
cuando tus ojos me miraron,
era ya muy tarde cuando creí
escuchar que me llamabas.
Entonces,
no tenía caso correr,
porque mientras trataba de alcanzarte
caías en el abismo de lo irreal,
de lo absurdo.
Entonces,
no tenía caso llorarte
porque mis lágrimas eran sal,
no significaban nada más
ya te habías acostumbrado a ellas,
muchas veces se derramaron
y aún así... no estás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario